Visión
Y de repente, la celda estalla en mil pedazos.
Como desde afuera, veo el polvo y los cascotes saltando en todas direcciones. El humo se expande hasta el infinito, y entre sus trenzas distingo una silueta femenina que avanza hacia mí. ¡Es Ella, que viene a mi encuentro!¡Ella, que por fin ha escapado de mis sueños y viene a rescatarme de esta ominosa realidad! Hela ahí, bella y majestuosa, caminando sin prisa hacia mis brazos.
Pero he aquí que el humo se disipa, y con él, la tan deseada figura. Todo desaparece: Los cascotes, las ruinas, la aparente libertad recién nacida... No, nada ha estallado; tan solo es el ruido de mis propios pasos caminando hacia otra celda.
Y esta otra celda es aun más pequeña, todavía más asfixiante. No hay en ella hormigas ni arañitas. Nada. Tan sólo polvo y humedad, como en todas las celdas; soledad...
Pero el destino aun me reserva una sorpresa, una nueva crueldad: Aquí no hay carcelero a quien poder odiar, nadie a quien poder culpar de la propia desdicha, nadie a quien gritarle a la cara mi desprecio. Aquí, solo yo y estas cuatro paredes que, poco a poco, con exasperante lentitud, se van comprimiendo, privándome así del tan preciado oxígeno que mis pulmones, y sobre todo, sobre todo, mi alma, necesitan.


