¿Fin?
He sentido, en el sueño, una llamada.
Ignoro de dónde procede, pero sé que he de escucharla.
Hay algo, entre la neblina, que tira de mí, suavemente, pero con firmeza, sin admitir argumentos ni postergación alguna.
¡La celda!
Puedo notar que es la propia celda, que se ha tornado flexible y me absorve. Reclama para sí mi cuerpo enflaquecido y torturado por las soledades. Me somete a su capricho, y poco a poco, voy desapareciendo entre los indefinibles pliegues de su ser.
La neblina parece aclararse un tanto y hay como un sutil cambio en la escena.
Ahora es mi amiga, la arañita, quien trata de hacerme despertar. Sin duda, ha regresado de su exilio para llevarme junto a ella, a algún país remoto, tal vez ignorado por los topógrafos, pero, a juzgar por el brillo de sus ojos, un lugar fascinante.
Sé que todo es un sueño, pero voluntariamente renuncio a despertar, y así, me hundo definitivamente en los brazos de la vaporosa inexistencia, desaparezco para siempre.
La celda, como no podía ser de otro modo, desaparece conmigo.

