Taller
A veces, la celda es un taller donde otros hombres y yo mismo trabajamos duramente durante muchas horas. Hay otro hombre, casi siempre hosco y desagradable, que nunca trabaja y a quien todos, incomprensiblemente, obedecemos. Si lo miramos bien, tal vez se parece un poco al carcelero, pero su mirada no refleja resignación ni hastío. Por el contrario, diríase que un profundo odio hacia toda la raza humana guía cada uno de sus actos. Inquieta pensar que, de algún modo, nosotros pudiéramos ser el instrumento de ese odio.
Esto no deja de ser, no obstante, una hipótesis, y por otra parte, tampoco se puede estar muy seguro de que no sea uno más de esos extraños sueños que me asaltan con tanta frecuencia desde que vivo encarcelado.


